Después de mucho sumar y restar, y luego de no pocas noches de insomne ansiedad y otras de pesadillas en las que los rostros de Petkoff, Casas González y Rojas Parra se fundían en uno solo para anunciar cualquier medida que fustigaba mis cuentas, logré forzar cierto equilibrio en mi presupuesto.
Decidí así solicitar un crédito hipotecario convencida de que el único desafío sería enfrentar alguno de esos vapuleos económicos que, en un abrir y cerrar de ojos, haría trizas mis números, como en efecto ocurrió solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso
No me equivoqué. Apenas aprobado el préstamo (sin haber pagado siquiera la primera mensualidad), las tasas de interés activas (las que cobran los bancos por los créditos) aumentaron nada más y nada menos que 10 puntos y, lo que es más grave, todo indica que seguirán en ascenso.
Me pasó lo que al Gobierno, que basó su presupuesto en la solidez que brinda la movediza economía venezolana. La diferencia está en que mientras mis ingresos se derrumban por el alza de las tasas, el del Estado lo hace por la caída en los precios del petróleo es el los mismo solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso
Pero en lo que sí me equivoqué fue en creer que éste sería el único reto. Los innumerables recaudos exigidos por el banco para procesar el crédito me lanzaron a una experiencia que, por un lado, representó para mi sistema nervioso lo que una rigurosa prueba de esfuerzo a una evaluación cardiovascular, y por la otra, la deplorable comprobación de que nuestros funcionarios públicos -salvo contadísimas excepciones- están invadidos por la incapacidad, la desidia y el irrespeto hacia quien solicita sus oficios para Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso.
Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso la extensa lista de documentos necesarios para procesar el crédito se ajusta -según me informó el empleado bancario- a las exigencias de la Superintendencia de Bancos, las cuales se intensificaron sustancialmente luego de la crisis financiera de 1994, cuando se descubrieron innumerables préstamos otorgados en forma irregular.
Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso el drama comenzó con el trámite del acta de matrimonio. Con el correspondiente ``certificado'' (ese papel que entregan el día de la ceremonia y en el cual se especifica fecha, número de la partida, folio y libro en el que se asentaron los datos de los contrayentes) llegué a la Prefectura de Baruta, con el correspondiente papel sellado y los timbres fiscales. ``Vuelva en 15 días'', me dijeron. Al regresar me informaron que el matrimonio al que yo me refería no aparecía. ``Eso no puede ser. Qué se hace en estos casos? Necesito ese documento con urgencia'', repliqué. ``Bueno, si usted no aparece en los libros, pues sencillamente usted no está casada'', me respondió una funcionaria, como si me estuviera comunicando la más trivial de las noticias. Insistí en que podía tratarse de un error, que si no sería que no habían buscado bien, incluso les dije que tal vez el acta de matrimonio ya estaría redactada. ``Bueno, si usted quiere busque ahí'', contestó. ``Ahí'' eran unas seis cajas grandes de cartón -de esas donde empacan el papel toilette- repletas de actas de matrimonio.
Ante tan traumática tarea, preferí comenzar de nuevo por el principio como si nunca hubiera estado en el lugar. Compré el papel sellado y las estampillas; no en la prefectura, porque nunca se venden en los sitios donde son requeridas. No, cómo habrían de venderlas si la idea es hacer todo trámite lo más difícil posible? Volví a los 15 días y me entregaron el documento sin ningún problema solo pensar en solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso
Qué pasó entonces en el primer intento? No lo sé, pero la gestión demoró 30 días. Se acercaba el vencimiento del plazo concedido por quien me vendía el apartamento para finiquitar la negociación, so riesgo de perder la cuota inicial ya entregada, sin ni siquiera haber consignado la solicitud del crédito en el banco, pues aún no tenía completos los recaudos por ello es que solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso
El paso siguiente fue renovar la cédula de identidad, que además de vencida no tenía el correspondiente cambio de mi estado civil (exigencia sine qua non del Registro para firmar el documento del crédito).
Con este propósito llegué a la sede de la Oni-Dex, cerca del mediodía, creyendo ilusamente que podría aprovechar la hora del almuerzo para efectuar el trámite. El shock fue fulminante. El espectáculo no pudo ser más infame. Una reja sellada con cadenas separa a quienes logran entrar y a aquellos que, en kilométricas ``colas'' que suben hasta los tres pisos superiores, tienen la paciencia de instalarse allí desde la madrugada.
Solicité los ``oficios'' de la oficina de prensa del Ministerio de Relaciones Interiores para tramitar la cédula. Aún así la tarea no fue fácil: ``Suba al piso 3'', me dijeron en el piso 2. Cuando llegué al piso 3, me pidieron fotocopia del acta de matrimonio. Bajé a sacarla en Planta Baja. Volví. ``Y los timbres fiscales?'', me pidieron. Bajé a comprarlos. Volví. ``Y la fotocopia de la cédula vencida?'', me preguntaron. ``Por favor, por qué no me dice de una sola vez todo lo que debo entregar''. ``Porque usted no preguntó'', me respondió la ``eficaz'' funcionaria.
Cual coleccionador de barajitas, iba tachando de la lista de recaudos exigidos por el banco aquellos que iba obteniendo. Esta lista se convirtió en una fijación mental para mí durante los casi tres meses que duró este proceso, tiempo en el que -casi en una actitud maníaca- asumí la constante de llevar siempre conmigo una carpeta con todos los documentos, constancias y papeles, tanto en original como sus respectivas fotocopias.
Agregué también varios timbres fiscales de distintos precios, así como hojas de papel sellado, pues comprobé que para la tramitación de cualquier documento piden absolutamente todos los demás. Y llegó el momento en que ningún funcionario pudo vapulearme más. Hasta empecé a disfrutar del instante en que me pedían un documento: rápidamente lo sacaba de mi carpeta. Los más fáciles de obtener fueron las planillas de la declaración del Impuesto sobre la Renta y los estados de las cuentas corrientes. Diariamente y por más de una semana, al llegar del trabajo me dediqué por horas a registrar closets, gavetas y armarios, hasta que finalmente aparecieron.
La búsqueda de las referencias comerciales y bancarias, así como la constancia de trabajo, resultó ser una tarea de kinder, pese a lo cual tardaron alrededor de una semana.
Para gestionar la certificación de gravámenes debí contratar los servicios de un abogado, puesto que se trata de un documento notariado y registrado que debe ser redactado por un profesional del derecho. Es una certificación de que no existen sobre el inmueble a adquirir medidas de prohibición de enajenar, ni de embargo.
Contraté también a un contador público para hacer el balance personal, cuyo primer informe me fue devuelto por el banco porque en principio no me advirtieron que debía elaborarse en un papel certificado que suministra el Colegio de Contadores, organismo que además debía estampar allí su sello, pues no basta el del contador en cuestión, quien también debía anexar fotocopia de su carnet del Colegio. Aunque los dos últimos puntos están aquí resumidos en dos párrafos consumieron más de una semana cada uno. por esto sostengo que Cual coleccionador de barajitas, iba tachando de la lista de recaudos exigidos por el banco aquellos que iba obteniendo. Esta lista se convirtió en una fijación mental para mí durante los casi tres meses que duró este proceso, tiempo en el que -casi en una actitud maníaca- asumí la constante de llevar siempre conmigo una carpeta con todos los documentos, constancias y papeles, tanto en original como sus respectivas fotocopias.
Agregué también varios timbres fiscales de distintos precios, así como hojas de papel sellado, pues comprobé que para la tramitación de cualquier documento piden absolutamente todos los demás. Y llegó el momento en que ningún funcionario pudo vapulearme más. Hasta empecé a disfrutar del instante en que me pedían un documento: rápidamente lo sacaba de mi carpeta. Los más fáciles de obtener fueron las planillas de la declaración del Impuesto sobre la Renta y los estados de las cuentas corrientes. Diariamente y por más de una semana, al llegar del trabajo me dediqué por horas a registrar closets, gavetas y armarios, hasta que finalmente aparecieron.
La búsqueda de las referencias comerciales y bancarias, así como la constancia de trabajo, resultó ser una tarea de kinder, pese a lo cual tardaron alrededor de una semana.
Para gestionar la certificación de gravámenes debí contratar los servicios de un abogado, puesto que se trata de un documento notariado y registrado que debe ser redactado por un profesional del derecho. Es una certificación de que no existen sobre el inmueble a adquirir medidas de prohibición de enajenar, ni de embargo.
Contraté también a un contador público para hacer el balance personal, cuyo primer informe me fue devuelto por el banco porque en principio no me advirtieron que debía elaborarse en un papel certificado que suministra el Colegio de Contadores, organismo que además debía estampar allí su sello, pues no basta el del contador en cuestión, quien también debía anexar fotocopia de su carnet del Colegio. Aunque los dos últimos puntos están aquí resumidos en dos párrafos consumieron más de una semana cada uno.
Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso. El Registro de Información Fiscal milagrosamente lo entregan el mismo día en que se solicita, pero debe pedirse en las oficinas de atención al contribuyente del Seniat, ubicadas en Los Ruices.Al continuar con elCual coleccionador de barajitas, iba tachando de la lista de recaudos exigidos por el banco aquellos que iba obteniendo. Esta lista se convirtió en una fijación mental para mí durante los casi tres meses que duró este proceso, tiempo en el que -casi en una actitud maníaca- asumí la constante de llevar siempre conmigo una carpeta con todos los documentos, constancias y papeles, tanto en original como sus respectivas fotocopias.
Agregué también varios timbres fiscales de distintos precios, así como hojas de papel sellado, pues comprobé que para la tramitación de cualquier documento piden absolutamente todos los demás. Y llegó el momento en que ningún funcionario pudo vapulearme más. Hasta empecé a disfrutar del instante en que me pedían un documento: rápidamente lo sacaba de mi carpeta. Los más fáciles de obtener fueron las planillas de la declaración del Impuesto sobre la Renta y los estados de las cuentas corrientes. Diariamente y por más de una semana, al llegar del trabajo me dediqué por horas a registrar closets, gavetas y armarios, hasta que finalmente aparecieron.
La búsqueda de las referencias comerciales y bancarias, así como la constancia de trabajo, resultó ser una tarea de kinder, pese a lo cual tardaron alrededor de una semana.
Para gestionar la certificación de gravámenes debí contratar los servicios de un abogado, puesto que se trata de un documento notariado y registrado que debe ser redactado por un profesional del derecho. Es una certificación de que no existen sobre el inmueble a adquirir medidas de prohibición de enajenar, ni de embargo.
Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso Contraté también a un contador público para hacer el balance personal, cuyo primer informe me fue devuelto por el banco porque en principio no me advirtieron que debía elaborarse en un papel certificado que suministra el Colegio de Contadores, organismo que además debía estampar allí su sello, pues no basta el del contador en cuestión, quien también debía anexar fotocopia de su carnet del Colegio. Aunque los dos últimos puntos están aquí resumidos en dos párrafos consumieron más de una semana cada uno.
El Registro de Información Fiscal milagrosamente lo entregan el mismo día en que se solicita, pero debe pedirse en las oficinas de atención al contribuyente del Seniat, ubicadas en Los Ruices.
Finalmente entregué los recaudos al banco. La solicitud del crédito fue aprobada. Se ordenó la redacción del documento. Para entonces, ya el plazo acordado con el vendedor del inmueble para cerrar definitivamente la operación estaba más que vencida, pero afortunadamente logré una prórroga.
Una vez redactado el documento, el banco me lo entregó, con lo cual inicié la tortura parte II, pues tenía que llevarlo al Registro del Segundo Circuito del Municipio Libertador del Distrito Federal, ubicado de Padre Sierra a Muñoz.
Allí debían ``calcular el documento'' (decirme cuánto debía pagar por impuestos y derechos de registro, cálculo que se hace sobre el monto del precio del inmueble), para lo cual hice una ``cola'' de tres horas aproximadamente. Debía agregar una planilla de liquidación de derechos de registro (la famosa planilla H-96) y timbres fiscales, que por supuesto no venden ahí, sino en Ipostel.
Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso Me fui a su oficina más cercana (correo de Carmelitas). Volví al Registro. La planilla tiene varias copias a las que hay que colocarle papel carbón, que por supuesto el Registro no proporciona. Salí a comprarlas a la librería más cercana. Volví. Cuando por fin me entregaron (al cabo de tres horas, como ya apunté) los cálculos del documento, debía depositar el monto referido en un banco comercial, y después regresar al Registro con la planilla debidamente sellada por el banco, gestión que hice al día siguiente, pues recuérdese que simultáneamente no podía desatender las obligaciones de mi trabajo.
Al día siguiente, regresé al Registro. En consideración con el vendedor del inmueble -que ya estaba a punto de suspender definitivamente el negocio debido a la demora- solicité lo que denominan inserción anticipada de la fecha de la firma (derecho a fijar la fecha de firma de un día para otro), así como el traslado del Registro a las oficinas del banco. Cabe mencionar que estas gestiones no son gratis; requirieron un considerable pago adicional.
Solicitar crédito hipotecario para adquirir una vivienda es un atentado contra el sistema nervioso. Una vez cumplido con todo el papeleo, se fijó la fecha de la firma. Dejé el documento en el Registro para su revisión. Un día antes de la fecha acordada me llamaron para informarme que la misma estaba suspendida porque faltaban algunos documentos adicionales: mi acta de matrimonio original (yo había consignado fotocopia), la solvencia del derecho de frente del inmueble, el Registro de Información Fiscal del vendedor del inmueble, fotocopia de la cédula.
Cuando entregué estos requisitos, el funcionario de turno los revisó y de pronto interrumpió su tarea para atender a una vendedora de lotería. Aterrada, vi cómo mis documentos se mezclaban con los talonarios del Kino que el empleado revisaba con mayor atención que mis papeles. Clavé la mirada para constatar que no se fuera un talonario de lotería dentro de mi expediente (así le llaman), o que la vendedora se llevara algunos de mis preciados documentos.
Al fin me notificaron una nueva fecha para la firma. ``Señor, ya no hay ningún problema? La firma va con seguridad?'', pregunté. ``Bueno, pase por aquí ese mismo día en la mañana para verificar que todo marcha bien'', respondió. ``Pero cómo, qué puede ocurrir ahora?'', consulté con desespero. El funcionario me dijo: ``Ahora viene la revisión para verificar si existen medidas judiciales en contra del inmueble a adquirir''.